Candela cometió el error de pensar que el ascensor social solo funciona en una dirección, la de subida. Y ahora, tras un traumático e inesperado divorcio, pierde su trabajo en un colegio de élite. Por eso Candela tiene que volver al barrio del que salió y pedir ayuda a su hermana y su padre, esos a los que lleva años mirando por encima del hombro. Es hora de recolocar las piezas en el tablero, empezar de cero y buscar una segunda oportunidad. Pero la única que encuentra es dar clases en su antiguo instituto a estudiantes con problemas de integración. Pasa de la crème de la crème, a la crème de la mediocridad. Lo que Candela no se espera es que con ellos aprenderá que lo importante no es quién fuiste ayer, sino quién eres hoy, que un grupo de perdedores por los que nadie da un duro pueden acabar siendo campeones de España, y que en el ajedrez, como en la vida, no importa si eres rey o peón, porque al final de la partida, ambos acaban en la misma caja.
Relacionado